domingo, 18 de abril de 2010

LELOIR

El tiempo es la piedra de toque de la calidad de un trabajo científico. Como las fotografías, como los recuerdos, los hallazgos de Leloir se ennoblecen según pasan los años. Fue la única persona de habla castellana que obtuvo un Nobel de ciencias no compartido y sus descubrimientos integran la historia de la ciencia –a secas, sin cláusulas condicionantes. Su dilucidación del mecanismo de síntesis del glucógeno es una contribución mayor a nuestra comprensión del funcionamiento de los seres vivos. La parquedad de las circunstancias en las que Leloir desarrolló sus investigaciones más originales pone de relieve, por contraste, la magnitud de sus logros. En cuanto a la cantidad de talento por metro cuadrado, no sería exagerado comparar el laboratorio de la calle Julián Álvarez con el cuartito de Columbia en el que Morgan y su grupo establecieron la teoría cromosómica de la herencia. En todas las líneas de investigación que Leloir abrió o a las que contribuyó, se manifiesta el sello distintivo de ese talento, pero también de una percepción de potencialidades y de límites, de un criterio pragmático respecto del qué y el cómo. Leloir cultivó un estilo de investigación que podríamos calificar como clásico: intuiciones brillantes educadas por un rigor paciente. Su personalidad se adecuó al modo de hacer bioquímica que aprendió en el exterior –la elegancia sobria y despreocupada de la ciencia de Cambridge– y que él supo desplegar, recrear y transmitir con acentos originales en nuestro país. En condiciones poco menos que marginales y en un aislamiento que parece demasiado fácil olvidar, hizo ciencia propia de los grandes centros. No solo cronológicamente sino también por el significado de sus resultados, Leloir ocupa el centro de nuestra reconocida tradición de investigación biomédica. Houssay, se afirma, puso a la Argentina en el mapa de la ciencia. Fue Leloir quien marcó una de las cumbres posibles de tal empresa. Y es esta, la altura de su trabajo, la que nos hace sentir, en momentos difíciles, un poco más cerca de la esperanza.

CIENCIA HOY
Volumen 16 - Nº 94
Agosto-Setiembre 2006

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